👦👧 NIÑOS, AGRESIVIDAD Y TERAPIA FLORAL
Es muy frecuente escuchar en la consulta a padres que traen el caso de sus niños pequeños buscando una solución al problema de la agresividad o de la hiperactividad o incluso a veces de la falta de concentración en los estudios. Hay muchas posturas al respecto y es claro que las flores de Bach son completamente inocuas y que las pueden consumir desde embarazadas, recién nacidos, ancianos, mascotas, plantas, todos sin distinción, siempre y cuando se tome en cuenta prepararlas sin alcohol como conservante para el caso de menores de edad, mascotas y personas sensibles al alcohol. Sin embargo, en lo personal adhiero a una postura que plantea que en primera instancia la mejor decisión es mirar a los padres, tratar de comprender el entorno familiar en su conjunto ya que en la mayoría de los casos (en mi experiencia al menos) las conductas de los niños son reflejo de las situaciones vividas en casa y que ven de los padres.
No quiere decir esto que los padres sean en esos casos una mala influencia sino que todo lo vivido en casa repercute tarde o temprano en el comportamiento de los niños.
Muchas veces la llegada de un hermanito, una mudanza, un divorcio, un cambio de escuela, la ansiedad por una mascota que no llega o que acaba de llegar y muchos otros factores inciden directamente en el comportamiento de los pequeños de la casa.
Es de vital importancia que el terapeuta o los padres abran el juego a la posibilidad de explorar como es el mundo en casa, que sucede entre las paredes del hogar y advertir cualquier cambio o conducta que pudiera estar impactando en el o los niños de la familia.
PADRES PREOCUPADOS, NIÑOS ANGUSTIADOS
Algo muy habitual y que el Dr. Bach graficó maravillosamente cuando describió la flor del Castaño Rojo (Red Chestnut) es la preocupación, por momentos excesiva, por el bienestar de nuestros seres queridos. A veces, muchas, sin querer, trasladamos esas preocupaciones en distintos formatos hacia los demás miembros de la familia y provocamos en ellos un estado de angustia producto de, por ejemplo, tener que estar atentos para no provocarnos más preocupaciones.
Padres preocupados o ansiosos en exceso están constantemente encima de los hijos procurando que no les falte nada, que se sientan bien, que nada los afecte. Los niños perciben esa preocupación y la traducen como ansiedad. Me gusta pensar en ese proceso no como un círculo vicioso sino como un espiral vicioso dado que la puerta de entrada para la agresividad puede ser la ansiedad y eso nos lleva a un proceso interminable que podría graficarse así:
Más de un lector se sentirá identificado con esta situación. Un padre controlador excesivamente preocupado por su hijo (no necesariamente menor...) digamos que lo acosa todo el tiempo para asegurarse de que está bien, incluso si es mayor lo llama al trabajo o si ya tiene su casa lo llama si durante dos días no tuvo noticias de él o ella. Ese hijo tendrá un desgaste mayor de energías al tratar infructuosamente de no preocupar a su padre, por ejemplo si el transporte se atrasa al volver del colegio o del trabajo buscará la manera de avisarle a como de lugar incluso si eso implica retrasar más su viaje. Todo esto causa un nivel de stress que se traduce en ansiedad manifiesta, síntomas físicos a veces muy marcados como taquicardia, sudoración excesiva, tartamudez, etc.
El caso que cité más arriba lo viví muy de cerca, no hacia mi sino hacia mi madre por parte de su padre teniendo ella incluso ya más de 35 años y yo cerca de los 13 por eso me ha quedado marcado el recuerdo. Vivíamos en casa de mis abuelos luego de la separación de mis padres. Puedo asegurar que el nivel de ansiedad que ella manejaba solo para poder, en esos tiempos cuando no existían los celulares, avisarle a mi abuelo que había perdido un tren o que se iba a demorar unas horas con unas amigas en un café, le ha dejado una huella que la atravesó en muchos aspectos.
Esos niños, o adultos, víctimas de esas situaciones muchas veces carecen de las herramientas para romper esos patrones y comprender que el problema, si lo hay, no está en él o ella sino en la persona que manifiesta su amor de ese modo, con una preocupación excesiva. Es ahí donde la terapia floral puede ayudar y mucho.
Si el consultante es mayor y busca una solución para aislarse emocionalmente del patrón de su familia, la solución es una, habrá que lograr ese blindaje emocional ayudándolo a comprender y hacerse cargo de su independencia; pero si los consultantes son los propios padres en busca de ayuda para su hijo que manifiesta síntomas de agresividad, ansiedad o distracciones en el colegio, el camino que prefiero encarar es el de tratar a los padres y evaluar en unas semanas el progreso de ellos y si ha habido o no algún cambio en el comportamiento de los niños.
LA AGRESIVIDAD QUE CRECE DÍA A DÍA
Es preocupante el nivel de agresividad que tiene hoy la sociedad en general y los niños en particular, los vemos influenciados no solo por padres preocupados por la situación social sino injustamente manipulados por las tecnologías para hacer de sus conductas un mero bien de cambio, son objetivo indefenso de innumerables campañas de marketing, bombardeados con publicidad todo el tiempo y eso deja huellas en su comportamiento.
Es común que los padres digan cosas como "mis hijos me hacen burla cuando los reto", "no sé por qué es tan agresivo", "mi hijo pega en el colegio y todo lo resuelve a los gritos, con golpes o berrinches".
Los padres, en su mayoría, están desorientados en como afrontar tales situaciones. La desorientación los lleva a la consulta. ¿Sirve la terapia floral para mejorar la conducta de mi hijo?.
A ser agresivo se aprende, en casa, en la escuela y en el entorno. Por eso es fundamental conocer que pasa en todos esos ámbitos antes de decidir encarar una terapia floral.
Soy de la idea de que cuanto más posterguemos en el tiempo el consumo de "bastones emocionales" en los niños, mejor. Considero que aún inocua y muy beneficiosa para los niños, la terapia floral es en última instancia eso, un bastón emocional que nos ayudará un tiempo durante el cual debemos aprender de nuestras emociones. Salimos airosos de un tratamiento floral cuando al cabo de ese tiempo podemos reconocer nuestras emociones y tratarlas del modo adecuado o hemos eliminado los patrones que nos llevaban a padecerlas. Prefiero que ese aprendizaje, en el caso de los niños, sea a través de ver a sus padres en armonía, sin preocupaciones desmedidas y en un estado de equilibrio que les permita a los niños ser niños.
Esto último es importantísimo para mi, porque también está el otro aspecto, el de los padres que no saben como lidiar con sus propias emociones y ven en cualquier conducta del niño una patología que debe ser tratada. Algo de culpa tiene nuestra sociedad actual que nos convence de que todo lo que está fuera de nuestra comprensión está mal o es dañino. Ahí entra también la importancia de tratar a los padres antes que a (o en conjunto con) los niños.
La agresividad que esconde ansiedad. La histórica respuesta de correr y luchar.
Esto es algo también a considerar ya que no siempre la agresividad viene dada per se sino que está actuando para enmascarar un proceso de ansiedad extremo que el niño experimenta. Esa ansiedad se traduce en trastornos evasivos muchas veces como dolores de estómago, de cabeza, falta de interés o bien directamente se manifiesta como agresividad. Recordemos que el mecanismo que nos ha mantenido vivos durante millones de años es el que prepara nuestro organismo para luchar y correr frente a una amenaza. Cuando de supervivencia se trata, el Hombre ha generado respuestas hormonales a estímulos externos que lo preparan para la lucha o para la huida. Pero ¿qué sucede cuando ese estímulo externo no es de vida o muerte o directamente es ficticio, no existe?, el organismo igualmente produce esas hormonas (cortisol por ejemplo) pero la persona ya no tiene que huir, sin embargo el bombardeo hormonal sigue estando y se canaliza por otros medios, muchas veces como ansiedad y otras tantas directamente como conductas agresivas hacia los demás o hacia si mismo.
HIJOS AGRESIVOS EN FAMILIAS QUE NO LO SON
Llegados a este punto vale mencionar que hay circunstancias (propias o ajenas) y procesos propios de la maduración de los niños que pueden en algunos momentos de su camino afectar su conducta.
Sin ir más lejos el ejemplo más actual es el de los efectos de la cuarentena por la pandemia de coronavirus covid-19 a la que hemos sido obligados desde hace ya más de seis meses (en Argentina a Septiembre 2020) y que nos ha impuesto rutinas (o quitado las de siempre) que no tuvimos nunca, además de que nos ha separado de nuestros afectos y nuestros lugares de pertenencia. Esto ha traído aparejado un sinfín de impactos emocionales en los adultos y también en los niños. Si el lugar de trabajo del adulto es su lugar de pertenencia, separado del cual se siente un ser aislado y carente de herramientas, tanto o más sucede con los niños alejados de sus escuelas, la interacción personal con sus compañeros y amigos, los recreos, los viajes de ida y vuelta, etc.
Estamos asistiendo a algo que no tiene precedentes para nuestras generaciones, ninguno de los que está vivo hoy ha pasado por semejante proceso de aislamiento social en su vida. Todo es nuevo y cambiante, no hay certezas en esta "nueva normalidad".
Por lo tanto así como los padres están sufriendo el normal deterioro que esta cuarentena nos produce, lo mismo sucede con los niños. No debe extrañarnos que en familias armoniosas, equilibradas, pacíficas y llenas de amor, surjan de repente casos de agresividad entre sus hijos. ¿Cómo encarar esa situación entonces?.
HERRAMIENTAS PARA MANEJAR LA AGRESIVIDAD EN NIÑOS
La ayuda de un profesional especializado será invaluable, tarea de psicopedagogos, psicólogos y docentes es irremplazable. Considerada una terapia COMPLEMENTARIA, la terapia floral no debe descartarse y, en mi humilde opinión, debe encararse primero (o a lo sumo en concurrente) el tratamiento hacia los padres. Este proceso debe ser encarado con humildad ya que como todos sabemos, nadie ha nacido con el manual del buen padre ni con todas las recetas para afrontar todas las situaciones. Es un aprendizaje diario y arduo.
Volviendo al ejemplo de mi madre con su padre, es muy frecuente que los padres repitan el patrón con el que han sido criados y no puedan liberarse de ese espiral vicioso, esa reproducción de conductas es inconsciente. La falsa idea de que los hijos respetan a los padres excesivamente estrictos o maltratadores (cuando en verdad lo que les tienen es miedo), ha llevado a muchas familias a perpetuarse en ese patrón generación tras generación.
Desde el ámbito de las terapias complementarias son muchas y diversas las opciones para acompañar estos procesos y revertir estos cuadros de agresividad que han surgido sin aviso o que vienen desde hace tiempo y la familia toma ahora la decisión de encararlos. La terapia floral es una de esas opciones.
Dentro de los remedios que nos ha dejado el Dr. Bach hay un grupo de flores que, indicadas solas o en conjunto con otras que estén relacionadas al momento presente del niño o el adulto a tratar, pueden sorprendernos con sus efectos en poco tiempo.
Beech (haya): trabaja la intolerancia hacia los demás, algo que puede actuar como disparador de episodios de agresividad hacia otros.
Holly: Es la flor adecuada cuando los procesos están acompañados de fuertes sentimientos de rabia, odio, rencor, a veces deseos de venganza y cólera.
Impatiens: Cuando lo que cuesta trabajo es esperar, la persona de estas características sufre, por ejemplo, con la lentitud de los demás y eso le produce ansiedad.
Vervain: Quien necesita esta flor, además de estar agresivo es un niño difícil o imposible de calmar y muy nervioso.
Vine: Cuando la característica que sobresale es la de ser dominante, querer imponer su posición frente a los demás y responder con berrinches cuando se le dice que no.
Willow: Cuando la frustración es demasiado grande y los episodios de agresión son también con él mismo. Ayuda a crear una actitud más positiva.
CONCLUSIÓN
La agresividad es algo con lo que estamos conviviendo en nuestra sociedad actual y sobre lo que tenemos la obligación de generar respuestas para resolverla o al menos aplacarla todo lo posible. Cuando se trata de niños, la terapia floral suele funcionar muy bien porque a diferencia de nosotros los adultos, ellos aún no poseen la barrera de la creencia (hasta cierta edad al menos) y eso los hace mucho más permeables a los efectos sutiles de estos tratamientos. Un adulto atravesado por sus creencias va a anteponer estas a los resultados o las pruebas que le presenten y eso actuará, sino de freno, de importante barrera a la hora de ver concretados los objetivos de esta terapia vibracional.
Siempre podrás consultar con tu terapeuta de confianza sobre que flores es conveniente para este momento de tu vida.
Cuéntame en comentarios si has probado alguna vez esta maravillosa herramienta o si estás a punto de hacerlo. Estoy aquí para despejar tus dudas. Escríbeme.